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dijous, 9 de setembre del 2010

Tondo: de la cua de l'atur al podi de la volta?

(Font: EL CORREO.COM)
El 20 de enero de 2004 Xavier Tondo estaba en la cola del paro. Había debutado un año antes como profesional en el equipo Parternina. No duró. Y a cola más larga. «Recuerdo que ese día sólo pensaba en ser seguir siendo ciclista. Era y es mi sueño. Y el día que deje de ser profesional, seguiré siendo ciclista». Tondo es un apellido italiano afincado desde hace tiempo en Cataluña y hoy es uno de los dorsales con luz propia de la Vuelta: el tercero de la general, a un minuto de Antón. Va para 32 años, no conoce el Tour y apenas la Vuelta. Su experiencia le viene de otra fuente. De aquellos inviernos en la cadena de producción de una fábrica de cereales en Valls, cuando tenía 18 años y hasta que cumplió 24. «Hacía un poco de todo. Como era el chico de los inviernos, un año me tocaba empaquetar cereales; otras veces cargaba camiones». Así era su pretemporada. A la antigua. Así es Tondo, la vieja esencia de este deporte. Eso a lo que él llama «pasión».A Contador siempre le preguntan por la cicatriz que, como una diadema de puntos, le cruza el cráneo. A Tondo casi nadie le pregunta por el tremendo tajo que recorre una de sus piernas. También la profundidad de las heridas depende de la fama. «A mí, la cicatriz me recuerda todo lo que pasé». Mucho: en una Vuelta al Ampurdá amateur se tronzó el hueso más largo, el fémur. Le costó dos años juntar los trozos partidos. «Eso me hizo más fuerte. Te das cuenta de que hay que luchar siempre».Tondo es un ciclista «cauteloso». Los tropezones le han enseñado a frenar. Pero no hay freno para la mala suerte. En la pasada Vuelta a Polonia, carrera previa a la ronda española, se fue al suelo cuando iba tirando del pelotón. «Nunca sabes dónde te espera la mala suerte», dice chasqueado. Apenas tenía tiempo para reparar su clavícula rota antes de la Vuelta. «Me motivó haber pasado antes por cosas así». Se subió casi de inmediato al rodillo de casa. Bajo techo. Así estuvo doce días. El rodillo es una máquina de tortura. «Eso dicen, pero yo soy adicto. Caada mañana hago media hora en ayunas. Y con la lesión hice unas tres horas diarias. Es pesado, pero si te motivas lo haces. Al acabar cada sesión te sientes satisfecho».Tondo tiene el impulso que da la cola del paro. «Sé que tengo que ser duro conmigo mismo para afrontar una carrera como la Vuelta a España. No me quejo. Al revés. Ser ciclista es mi sueño desde pequeño y hacer tres horas de rodillo no es nada comparado con trabajar ocho horas en una fábrica». Del desempleo le sacó el maillot del equipo portugés. Barbot. Modesto. Soportó luego las penurias del conjunto catalán Ángel Mir. Pero el ciclismo de esta comunidad agoniza. «Hace unos años algún partido político prometió que si entraba en el gobierno apoyaría la creación de un equipo catalán, el estilo del Euskaltel, pero lo olvidó cuando ya estuvo gobernando. Por eso que es una batalla perdida».Regresó a Portugal. En el exilio, sonó poderoso el nombre de Tondo: ganó la Vuelta a Portugal. Y de allí le sacó en el euipo Relax. Ya con casi 30 años. Supo esperar hasta que le dieron el salvoconducto para volver. Tiene un secreto para su empeño: «Me sigue motivando ponerme un dorsal». Su pasión. «Ya me gustaría correr un Tour de Flandes. Y debutar en el Tour». Un debutante tardío.Un forofo. No desconecta del ciclismo. Ve desde el sofá todas las imágenes del Tour. Se emociona. Reúne a sus amigos en el taller de su casa y les monta y desmonta las bicicletas. «Disfruto ajustando los radios de una rueda para salir a entrenarme». Correr la Vuelta no es su trabajo, sino un «privilegio». En compañía de Sastre, el otro líder del Cervélo y uno de su modelos. También han sidos sus maestros Cuesta, Llaneras, Martínez Oliver y Francis Cabello, su entrenador. «De todos ellos he aprendido a valorar la pasión por este deporte». Un alumno con edad de profesor.El próximo año su ilusión vestirá el maillot del Movistar, el nuevo equipo de Unzúe. Tondo suspira con solo escucharlo. Estará dentro de la estructura que fabricó a Induráin. Al fin. Quiso ser ciclistas al ver a Induráin y en 2011 llevará su uniforme. En su casco, luce la X de su nombre y el símbolo de infinito. Le gusta. No se pone límites. Tampoco en esta Vuelta. «Solo quiero ver hasta dónde puedo llegar sin caídas ni problemas. Para saber por dónde puede ir mi futuro». A Tondo no le cuenta su edad. Viene del paro y no quiere jubilarse.